72 horas post gastroenteritis o gastro…¡algo!, después de deambular de la cama al sofá, del sofá a la cama y perderme 2 días de tramuntana, después de haberme alimentado a base de sopitas y pan llega martes por la noche, me siento al 100% y la previsión anuncia olas.
Esta vez la excusa es que Gerard baja de la montaña para ver de nuevo el mar y yo tengo que ir a que nos arreglen una instalación eléctrica que se ha quemado. Gerard verá el mar, yo la instalación eléctrica…¡ni la oleré!

A las 10:30 llegamos a la playa y constatamos que los consecutivos días de viento del norte han dejado sus frutos. Detrás de una primera y segunda línea de olas algo desordenadas y fofas se levantan, bastante lejos, series perfectas suavemente barridas por ínfimos restos de mistral.

Gerard no lo tiene claro, no ha podido traer su paddle, solo lleva el pincho y duda con emigrar a La Fosca. Así que a modo de ratoncillo de indias me toca meterme a ver qué tal están las cosas por aquí.

Primera ola que cojo = Gerard “se presta” el primer paddle que encuentra y se viene al agua.

Mientras yo salgo a beber y comer lo primero que encuentro. Tres días a base de sopa y pan me han dejado flojísimo, odio esta sensación.

Varias olas más tarde nos damos cuenta de que más a la izquierda está rompiendo otra ola. Vamos para allá y comprobamos que a veces, cuando menos te lo esperas, existe algo parecido remotamente a la perfección. Una perfección no necesariamente sinónimo de olas sino del contexto donde todo sucede: Ha salido el sol y hace calor, el offshore ordena cada una de las series, el mar adquiere tonos turquesas y nuestro nuevo pico regala izquierdas limpias y largas mientras diminutas medusas aparecen y desaparecen de vez en cuando sin molestar.

Josep, en principio sin disponibilidad, aparece tras marcarse una memorable escaqueada de esas en las que no tardas más de 5 minutos en darte cuenta de que era absolutamente necesaria y Gerard aprovecha para cambiar de tabla e ir a por el pincho.

Mónica, hoy fotógrafa oficial, en algún momento toca algo de la cámara que hace que muchas de las fotos salgan borrosas, ¡horror! Por surte, el 99’9% de las fotos donde salgo yo son espectacularmente nítidas (JAJAJA).
A las 14:30 salimos del agua. Gerard ya sabe que el paddle hay que tratarlo como una mastercard y no salir de casa sin él, yo que si te pones enfermo, antes de volver al mar hay que comer 250 plátanos y Josep, espero que sepa, la suerte que tiene de despertarse cada día en un sitio donde suceden cosas como las de hoy.
Saül.