Author: Empordà SUP Tripper
•14:45
Suena el despertador, son las 7:30h.
Como si de un ritual se tratara Gerard se levanta de la cama y todavía dormido sube al piso de arriba para ver si divisa el rastro de alguna ola desde la ventana. Desde la cama oigo el click del portátil y puedo adivinar como va abriendo ventanas con todas las webcams de la zona posibles.


Hoy, ni desayuno en la terraza, ni café con leche, ni 5 minutos más. Hay olas y eso significa vestirse a la velocidad de la luz, beber cualquier zumo de la nevera y bajar rápidamente hasta la playa con el coche en modo taxi porque se tarda menos en poner la tabla dentro del coche que encima de éste.

Tres minutos y estamos pisando arena. Gerard descarga las cosas del coche y corre hacia la playa, dejando a su paso las chancletas, las gafas de sol y las llaves del coche mientras me hace señas para que vigile que no nos roben nada.

Viendo el calor que hace en la playa a las 8 de la mañana pienso por un momento que tendría que haberme quedado en la cama o almorzando en condiciones. Pero aqui estoy, con la cámara de fotos como única compañera y unos guiris jubilados haciendo gimnasia pasiva en la orilla.


Hago unas cuantas fotos al azar para ver que tal y me doy cuenta que el sol se refleja en el agua de una manera que hace que las olas de esta mañana sean más especiales de lo normal.
A mi parecer no son olas muy grandes, pero veo a Gerard disfrutando como un enano con cada ola que coge y contagiando esa energía a todo aquel que pasa por allí.


Un señor de unos sesenta años se dirige hacia mí y emocionado me pregunta en francés si éramos nosotros los que ayer a las nueve de la noche estábamos allí con ese chisme raro en la playa. Me río y evidentemente si, éramos nosotros. Me pregunta si el agua no está muy fría a esas horas y yo con mi francés de optativa de bachillerato intento decirle que el chaval está fuerte y que las ganas pueden más que el frío. Me da una palmada amistosa en la mejilla y se aleja satisfecho y sonriendo, volviéndose de vez en cuando para observar a Gerard y su tabla.

Después de unas cuantas miles de fotos decidimos irnos a comer algo y me doy cuenta que a pesar de las horas y horas en la playa bajo todo tipo de condiciones metereológicas, leyendo, cosiendo, haciendo bufandas y nuevas amigas con las que perdernos las mejores olas juuuustamente cuando no estábamos mirando, vale la pena sólo por ver como sonríen Saül, Gerard y Josep al salir del agua después de una buena sesión.

Esa sonrisa te da las gracias por haber cambiado el desayuno por la playa y hace que estemos preparadas para que suene de nuevo el despertador.

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